Virgen de Fátima, Madre mía tan amada,
adheriéndome al Movimiento Mariano,
hoy me consagro – de modo especialísimo –
a tu Corazón Inmaculado.
Con este acto solemne
Te ofrezco toda mi vida,
mi corazón, mi alma, mi cuerpo,
especialmente este período que estoy viviendo
de mi juventud.
Guíame por la senda que nos trazó Jesús:
la del amor, de la bondad, de la santidad.
Ayúdame a huir del pecado, del mal,
del egoísmo, y a rechazar las tentaciones
de la violencia, de la impureza y de la droga.
Te prometo confesarme con frecuencia
y recibir a Jesús en mi corazón como alimento espiritual de vida,
observar los mandamientos de Dios,
caminar por la vía del amor y de la pureza,
recitar cada día el Santo Rosario.
Quiero ser testimonio de unidad con gran amor
al Papa, al Obispo y a mis Sacerdotes.
Te amo, Madre mía dulcísima,
y te ofrezco mi juventud por el triunfo
de tu Corazón Inmaculado en el mundo.